He podido contemplar
con asombro al fin,
tus expresivos ojos de muchacho,
dándome cuenta
de que tu mirada me hablaba a gritos
de los éxodos del alma
y de las hazañas de un héroe valeroso.
Te pedí respuesta
atisbándote en la solitaria llanura
del asolado sufrimiento.
Recorrías con tus pies
dolorido de tanto andar,
los desérticos arenales
del caluroso silencio,
aquellas dunas movedizas,
tan airadas
por el viento de la guerra,
las que fueron en el pasado,
campos de carnes sangrientas,
descuartizadas por las garras de los buitres
y basureros de olvidados restos metálicos
esparcidos y oxidados
junto a los cadáveres
de los ejércitos vencidos por la Muerte.
Josep Esteve Rico Sogorb-