Qué capricho tienen las nubes
en las tardes de verano,
surcando lento el espacio,
dejando formas diversas
esparcidas por doquier.
Las vemos ir sin apuro
por un camino invisible,
como sembrando recuerdos
en un campo de esperanza.
Sus formas son tan dispares,
a veces danzas o tenues,
parecen hojas al viento
en busca de un diseño,
no las pueden detener.
Allá avanzan cual rebaño
caminando a la pastura,
desechando en las alturas
de su infinito destino.
Andar, andar y desaparecer.
Ven, te invito a mirarlas
mientras la tarde madura,
quizás encontremos una
parecida a un corazón.
Amor Pablo Giménez-
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