Poemas

Ponto Morto

Pedro Sevylla de Juana

 

Había traído al castellano

desde el idioma portugués varios cientos

de poemas, hijos de muy distintos

bardos;

por eso me atreví con uno de los grandes:

Carlos Drummond

de Andrade y su audaz

y celebrado

A Máquina do Mundo”;

pilar del Modernismo en este

Brasil

de mis desvelos.

 

“…se foi miudamente recompondo,

enquanto eu, avaliando o que perdera,

Seguia vagaroso, de mão pensas.”

 

Llegué al punto muerto,

ciertamente,

en la postrera estrofa, piedra angular

y cierre del poema.

Mas stricto sensu

la dificultad,

insalvable por entonces,

de mão pensas

premeditada falta de concordancia

estaba en las tres palabras

últimas.

 

Y como mis pies palparan suavemente

una carretera de Minas, empedrada,

y en la aldaba de la tarde una campana ronca…”

 

Me animó el principio, lo confieso,

y creyéndome

capaz de traducirlo entero

continué cargado

de optimismo contagioso contagiándome:

 

“…la máquina del mundo se entreabrió

para quien de romperla ya se arrepentía

y solo por haberlo imaginado lagrimaba.”

 

Presentía mi inmodestia

algún inconveniente

de los considerados menores.

Nada ni nadie iba a suponer obstáculo bastante

para que, mi fuerza expresiva, expresara

-raíz y tallo nutriéndose, armonía encadenada-

lo mucho que mi inteligencia compartía.

 

Arrancó suntuosa y reservada,

sin emitir un sonido considerado impuro

ni un resplandor mayor que el soportable…”

 

Progresivos

sonido y movimiento, amanecían

martes y miércoles unidos,

jueves y viernes de la mano

y yo me las prometía

tan felices.

 

Ignorando aún

lo que ahora sé, mi conocimiento

borraba: Se abrió, para escribir

en su lugar: “Arrancó”:

palabra clave.

 

“…esa exégesis integral de la vida

ese vínculo inicial y único

que no llegas a interpretar pues tan arisco…”

 

Filosofía, metafísica, teosofía, naturalismo,

sociología, sicología: entiendo al hombre

en su conjunto y en las partes:

homo homini lupus; amor, primera fuerza

metafórica:

estoy bien preparado:

me dije: exégesis sin duda tiene ahí su hueco.

Sé adónde voy?: conozco un sendero.

 

“…y la gloria de los dioses y el imponente

sentimiento de muerte, que florece,

en el mástil de la existencia más gloriosa…”

 

Exultante estaba y convencido

de mis inestables reservas, ente yo

que se autoalimenta

alimentando la propia cambiante duda;

ya, viernes nueve,

poco antes

de las dos de la mañana,

desconociendo que en una noche

posterior de insomnio

el laberinto de mão pensas

pensando y repensando

iba a mostrarme su salida.

 

“…como olvidados credos requeridos

pronto y vibrantes no se dispusieran

a colorear de nuevo la cara neutra…”

 

Presto y fremente: pronto y vibrantes:

pluralizo porque preguntada Rê,

momentáneamente lisboeta, no

puede darme ayuda,

ni el diccionario Priberam siempre tan

atento a mis necesidades.

Recurro a Mario

también Andrade de apellido,

a sus cartas cruzadas con Carlos

y no está en ellas la salida.

A Ester Abreu voy, último recurso,

y en su respuesta rauda y contundente,

minucioso análisis de las palabras,

leo, acepto,

y resuelvo

motu proprio, escribir:

olvidados credos requeridos”.

 

“…pasara a dirigir mi voluntad

que, ya de por sí inestable, se cerraba

semejante a esas flores indecisas...”

 

Descubría admirables el nexo literario,

el ritmo, la pasión,

la vehemencia sujetada; pero en la amanecida

me intrigaba más aún

el sentido exacto que el poeta

quiso dar a las indómitas palabras

de mão pensas,” su concreción abstracta.

 

Me encontraba en punto muerto

esperando una resurrección imposible

o un entierro profiláctico, cuando

la primera luz de la alborada, en otra noche,

avivó mi mente trasladándome,

infante, a mi pueblo;

época agitada del trazado

de esa breve carretera que va de Valdepero

a Valdeolmillos.

 

Allí el burrero y su reata de asnos,

serones repletos de rocas;

allí los pedreros, que

con sus martillos largos

machacaban peñas, alisando;

allí los peones con sus paladas de tierra,

allí la máquina aplanadora,

apisonadora por buen nombre:

férreo cilindro macizo la rueda delantera

destinada a compactar el suelo,

transformando

tierra y piedra sueltas

en calzada resistente.

 

Eso era, ahí estaba el quid.

 

Esclarecido y esclarecedor

me dispuse a retirar del engranaje el palo

en la traducción de «A Máguina do Mundo».

 

La acompasada voz silente de la cachazuda máquina,

vino a mí: atrás y adelante, adelante y atrás,

guiada por un operario experimentado,

sutil e inteligente,

que se hacía preguntas y respuestas,

iluminado en la noche

por un fanal sereno,

y en los descansos muchos

bajaba a tierra para palpar con el pie el empedrado

o apoyaba, pensativo, en el timón

los brazos cruzados, las manos sobrepuestas,

observando los trajines de los demás oficios

desarrollados a sus pies.

 

Saturados de murmullos: “hálito, eco

o simple sacudida”, mis oídos internos.

Lleno yo de un vigor intuitivo

destinado a seguir vertiendo

al castellano

esas “verdades más altas que tantos

monumentos erigidos a la verdad;”:

las tres robustas palabras últimas del vibrante

poema

de Carlos Drummond de Andrade,

adopté la decisión de terminarlo así:

 

“…poco a poco se fue recomponiendo,

mientras yo, valorando lo perdido,

permanecía indolente, mano sobre mano.”

 

PSdeJ El Escorial a 15 de agosto de 2013

 

La Máquina del Mundo

Poema de Carlos Drummond de Andrade

Traducción de Pedro Sevylla de Juana

Y como mis pies palparan suavemente

una carretera de Minas, empedrada,

y en la aldaba de la tarde una campana ronca

 

se mezclara con el murmullo de mis zapatos,

pausado y áspero; y aves flotasen

en el cielo de plomo, y sus formas negras

 

lentamente se fueran diluyendo

en la crecida oscuridad, bajada de los montes

y de mi propio interior decepcionado,

 

la máquina del mundo se entreabrió

para quien de romperla ya se arrepentía

y solo por haberlo imaginado lagrimaba.

 

Arrancó suntuosa y reservada,

sin emitir un sonido considerado impuro

ni un resplandor mayor que el soportable

 

por las pupilas gastadas en la observación

constante y dolorosa del desierto,

y por la mente rendida al registrar

 

toda una realidad que excede

su propia imagen esbozada

en el rostro del misterio, en los abismos.

 

Se abrió en inocente quietud, e invitando

a cuantos sentidos y presentimientos conservaba

quien de haberlos usado ya los perdiera

 

y no deseara recobrarlos,

si en vano y eternamente repetimos

los mismos periplos tristemente desorientados,

 

invitándolos a todos, en tropel,

a habituarse a los desconocidos nutrientes

de la naturaleza mítica de las cosas,

 

así me dijo, empero, cierta voz

hálito, eco o simple sacudida

atestiguando que alguien, sobre la montaña,

 

a otro alguien, noctívago y desventurado,

en conversa se estaba dirigiendo:

Lo que indagaste en ti o fuera de

 

tu pequeñez y nunca se mostró,

incluso aparentando darse o rindiéndose,

y encogiéndose más a cada instante,

 

mira, observa, reconoce: esa abundancia

excedente en toda perla, esa ciencia

sublime y tremenda, pero impenetrable,

 

esa exégesis integral de la vida,

ese vínculo inicial y único,

que no llegas a interpretar, pues tan arisco

 

se reveló ante la vehemente investigación

en que te desgastaste… percibe, considera,

abre tu pecho para hospedarlo.”

 

Los más soberbios puentes y edificios,

lo que en los talleres se da forma,

lo que discurrido fue y, seguidamente, alcanza

 

distancia superior al pensamiento,

los recursos de la tierra sometidos,

y las pasiones y los impulsos y los suplicios

 

y todo lo que explica al ser terreno

o se prolonga hasta en los animales

y llega a las plantas para filtrarse

 

en el sueño resentido de los minerales,

rota al mundo y vuelve a abismarse

en la insólita disposición geométrica de todo,

 

y el absurdo primigenio y sus enigmas,

sus verdades más altas que tantos

monumentos erigidos a la verdad;

 

y la gloria de los dioses, y el imponente

sentimiento de muerte, que florece

en el mástil de la existencia más gloriosa,

 

todo se manifestó en ese destello

y me reclamó para su reino soberano,

sometido por último a la visión humana.

 

Pero, como yo me resistiera a responder

a solicitud tan prodigiosa,

pues la fe se adormecía igual que el ansia,

 

la esperanza más exigua — esa aspiración

de ver desvanecida la densa obscuridad

que entre los rayos del sol aún se filtra;

 

como olvidados credos requeridos

pronto y vibrantes no se dispusieran

a colorear de nuevo la cara neutra

 

que voy por los caminos mostrando,

y como si otro ser, distinto de aquel

habitante de mí hace tantos años,

 

pasara a dirigir mi voluntad

que, ya de por sí inestable, se cerraba

semejante a esas flores indecisas

 

en sí mismas abiertas y cerradas;

como si un don tardío ya no fuera

deseable, antes bien desdeñando,

 

bajé los ojos, negligente, distendido,

rehusando aceptar la cosa ofrecida

que se abría gratuita a mi intelecto.

 

La sombra más tupida ya descansara

sobre la carretera de Minas, empedrada,

y la máquina del mundo, rebatida,

 

poco a poco se fue recomponiendo,

mientras yo, valorando lo perdido,

permanecía indolente, mano sobre mano.

 

PSdeJ El Escorial 11Agosto2013

pedro-sevylla-foto

Biografía

Pedro Sevylla de Juana nació en plena agricultura de secano, allá donde se juntan la Tierra de Campos y El Cerrato; en Valdepero, provincia de Palencia y España. La economía de los recursos a la espera de tiempos peores, ajustó su comportamiento. Con la intención de entender los misterios de la existencia, aprendió a leer a los tres años. A los nueve inició sus estudios en el internado del colegio La Salle de Palencia. Para explicar sus razones, a los doce se inició en la escritura. Ha cumplido ya los sesenta y siete, y transita la etapa de mayor libertad y osadía; le obligan muy pocas responsabilidades y sujeta temores y esperanzas. Ha vivido en Palencia, Valladolid, Barcelona y Madrid; pasando temporadas en Ginebra, Estoril, Tánger, París y Ámsterdam. Publicitario, conferenciante, traductor, articulista, poeta, ensayista, crítico y narrador; ha publicado veintidós libros, y colabora con diversas revistas de Europa y América, tanto en lengua española como portuguesa. Trabajos suyos integran seis antologías internacionales. Reside en El Escorial, dedicado por entero a sus pasiones más arraigadas: vivir, leer y escribir.www.sevylla.com

 

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