Al señor Dola lo admiro desde la primera vez que vi una de sus pinturas. Me enamoré de su obra, en la que refleja el paisaje patagónico tal como es: limpio, con su cielo y el mar, torres de petróleo, campos cubiertos de nieve, médanos dorados. Es una pintura que llega al corazón, como la misma Patagonia.
Con intenciones de escribir su historia, fui a visitarlo. En su living con paredes cubiertas de cuadros propios y ajenos, comenzó a hablar de Polonia, su país de nacimiento. De la guerra, el olor a pólvora, el hambre y la sed, los piojos. Por un momento permaneció en silencio. Quedamos mirándonos y le hice la pregunta inevitable:
-¿Cómo alguien que ha vivido semejante tragedia puede pintar esta luminosidad?
-La guerra no cambia a las personas – Respondió.
Creí que el hombre que pintaba estos paisajes había nacido aquí, en perfecta armonía con la naturaleza. Lo conocía por lo que expresa sobre los bastidores, aquel día, sentí una gran curiosidad por saber sobre las personas que han vivido una guerra. Las enseñanzas que deja y cómo continúa la vida después tanta muerte.
En reiteradas visitas a su casa, nos trasladamos a lejanos recuerdos de su infancia. Cuando a los 17 años fue reclutado por el ejército alemán y destinado a la ciudad de Bremen.
Los años que estuvo en Escocia, el país al que se trasladaron muchos polacos cuando finalizó el conflicto armado, en donde se recibió de Técnico Civil.
Su llegada a la ciudad de Buenos Aires y el ingreso a la empresa Dorignac, que estaba construyendo en Comodoro Rivadavia, hacia donde se trasladó.
Al poco tiempo lo nombraron jefe de Obra, en la construcción del Hotel de Turismo, el Museo Biblioteca, el colegio Perito Moreno, Cámara de Apelaciones, Catedral San Juan Bosco y Hogar Escuela (actual Liceo Militar).
Cuando finalizaron estas edificaciones, le encomendaron realizar la primera mensura en Rada Tilly, que en aquel tiempo sólo tenía tres casitas.
Finalmente ingresó a la Compañía Petrolera Astra, en el cargo de jefe de Servicios en Ingeniería de campos, para realizar ubicación topográfica de pozos.
En un baile de Dom Polski, conoció a Pola, con quien contrajo matrimonio y tuvieron dos hijos. Su esposa ha partido hace un tiempo, en la actualidad tiene tres nietos y una bisnieta.
Celebra su cumpleaños el 11 de octubre, el día de la Patagonia. Se siente predestinado a habitar esta tierra, en la que tiene grandes amigos. En agradecimiento por todo lo recibido en este suelo, ha pintado sus paisajes.
La tragedia vivida dio lugar a la creatividad, cambió el fusil por espátulas, para reflejar paisajes llenos de vida.
Fue nombrado ciudadano distinguido, al celebrarse del centenario de la fundación de nuestra ciudad.
María Teresa Dittler-