Poemas

Relatos de la Srta. Aldana y el fantasma del tango

– Mención Especial – Premio Incentivo

Todo comenzó una fría noche de invierno, la ventana chillaba por el fuerte viento patagónico, ya mis ojos se estaban cerrando a causa del sueño que tenía, escuché un ruido muy extraño unos tacones caminaban rápidamente hacia mi cama no estaba segura porque ya que mi madre dormía y ella es la única que usa esos tacos ruidosos, miré el reloj que con su tic tac al compás marcaba las doce de la medianoche un humo extraño empezó a brotar por debajo de mi cama y una dulce pero potente voz me dijo:

  • Che piba despertate… tengo algo que contarte!!!

De un salto me subí arriba de mi cama y abrazada a mi almohada le pregunté a esa silueta de sombrero chistoso:

– Buenas noches “pebeta” mi nombre es Carlos Gardel pero me dicen Carlitos sabés.

Mucho gusto señor Carlitos mi abuelo me habló mucho de usted dice que era el zorzal criollo, y que las mujeres se desmayaban al escuchar sus famosos tangos y milongas. Mi nombre es Aldana en que puedo ayudarlo?

Rápido ven conmigo me dijo y saltamos por mi ventana apareciendo en una polvorienta calle llamada Guardia Vieja en el año 1911, Carlitos me contó que en este lugar nació su carrera de cantante que fue esa noche cuando se batió a duelo musical con “El Oriental” José Razzano. En ese duelo no ganó ninguno de los dos me dijo. Pero aquí comenzó todo sabés…

Grabe muchas películas, me enamoré, viajé, y conquiste los cien barrios porteños y lugares lejanos del mapa hasta que la mano de Dios me arrebató en el cielo y me contrató para trabajar arriba.

Srta. Aldana me dijo mirándome a los ojos, la llama se está apagando, la juventud está perdida, peleas, alcohol y drogas, las raíces de mi querido tango se están secando. Por favor ayúdeme a avivar el fuego.

Nuevamente tomó mi mano y mis pijamas se enredaron entre los noventa y el año dos mil.

Uyy mirá un floguer Carlitos le dije, y el se agarraba la cabeza y se acomodaba su sombrero que después de todo no era tan chistoso sino hasta tenía un aire elegante de su época.

Te das cuenta querida, esto es tremendo mirá esa niña de allá no le veo los ojos de tanto hierro y alambre que tiene en la cara, no Carlitos son piercings le contesté está de re onda.

Ma que onda ni onda donde está el amor al arte, a la buena música, a las letras que te estallan en el pecho y te hacen pensar el arte se lleva en la sangre, en el amor a la música, en el baile, cuando llevas a una dama al ritmo de un dos por cuatro no en la cara.

Y bueno don Carlitos son tiempos modernos, la tristeza en sus ojos me llegó hasta lo más profundo de mi corazón, y me di cuenta de que se sentía como se le partía el alma cuando la gente poco a poco olvidaba aquella melodiosa música llamada TANGO.

No se preocupe lo ayudaré; mañana mismo me juntaré con mis amigas y vamos a tratar de resolver el problema, que le parece si me sigue contando su vida y sus logros para que me de una idea de cómo prender la chispa en las vidas de mis vecinos, mi ciudad y aún más por qué no, mi país.

Complaceré tu deseo pero primero: Cantate un tango Carlitos!!!!

 

Yo adivino el parpadeo

de las luces que a lo lejos

van marcando mi retorno.

 

Son las mismas que alumbraron

con sus pálidos reflejos

hondas horas de dolor.

 

Y aunque no quise el regreso

siempre se vuelve

al primer amor.

 

La vieja calle

donde me cobijo

tuya es su vida

tuyo es su querer.

 

Bajo el burlón

mirar de las estrellas

que con indiferencia

hoy me ven volver.

 

Volver

con la frente marchita

las nieves del tiempo

platearon mi sien.

 

Sentir

que es un soplo la vida

que veinte años no es nada

que febril la mirada

errante en las sombras

te busca y te nombra.

 

Vivir

con el alma aferrada

a un dulce recuerdo

que lloro otra vez.

 

Tengo miedo del encuentro

con el pasado que vuelve

a enfrentarse con mi vida.

 

Tengo miedo de las noches

que pobladas de recuerdos

encadenen mi soñar.

 

Pero el viajero que huye

tarde o temprano

detiene su andar.

 

Y aunque el olvido

que todo destruye

haya matado mi vieja ilusión.

 

Guardo escondida

una esperanza humilde

que es toda la fortuna

de mi corazón.

 

Volver

con la frente marchita

las nieves del tiempo

platearon mi sien.

 

Sentir

que es un soplo la vida

que veinte años no es nada

que febril la mirada

errante en las sombras

te busca y te nombra.

 

Vivir

con el alma aferrada

a un dulce recuerdo

que lloro otra vez.

 

Dedicado a mi abuelo Andrés Díaz que me canta tangos cuando me lleva en su auto a la escuela todos los días.

 

Aldana Rocío Bustamante

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