Dondequiera, ya no es alguna parte,
ya no es hotel ni plaza ni alameda,
ya no es un restaurante
ni una casa friolenta
donde todos acechan,
amargando el frescor de la sorpresa.
Se terminaron todos los lugares,
los destruyó la vida sin decirme,
los destruyó el destino sin contarme;
los destruyeron para destruirme.
El éxtasis no corre por mi carne,
crucificaron todos los momentos,
y mi vista no es nave
bregando en las ondas de tu cuerpo.
A veces, la llovizna,
trae aroma distraído de tu aliento,
y emigro a los túneles de octubre
a fumar y a degollarme en tu recuerdo.
No ha pasado la crisis,
y no podrá pasar, es lo que siento.
En ninguna parte
te encuentro.
Tenemos que buscarnos mucho, mucho,
con deseo fuerte y pensamiento;
desgarrando las casas con la vista
y viajando en la alfombra del afecto.
Tenemos que buscarnos,
en el pecho y la espalda, si es posible,
del tiempo.
Yo te miraba de reojo,
mostrándome disperso.
El ámbito aceptaba mi soborno,
y sentía que el momento
y la vida…
¡por fin, valían un poco!
Voy a peinar la ciudad de arriba abajo,
voy a poner en la nariz de mi sabueso
la parte tuya que dejaste en mí,
para que rastree tu recuerdo
en la tierra y el cielo,
para ver
si te encuentro
Humberto Garza-