Hubo tantas flores en aquella primavera
que ni un pájaro hizo por volar.
Hoy, se levantan las piedras en los caminos
para maltratar los pies al erguido caminante,
que a pesar del tango que le advierte:
“en la vida se cuidan los zapatos andando de rodillas”,
sigue erguido.
Y algunos se van para ser recuerdo
o arriero al que un mulo espantado
le llevó la carga,
un canto vendido a precio mayor
y los versos se esconden en una quebrada,
en imagen más triste que la de un bosque ardiente,
a pesar, de que la luz
es aún primaveral
y todavía este árbol, con ramas quebradas,
extiende su sombra en la pradera.
Miguel Crispín Sotomayor-