Por qué no puedo librarme
de esta cárcel que es mi cabeza,
que me tira pensamientos
como baldazos de agua fría en un calabozo,
por qué no puedo parar y relajarme,
sentir la suavidad de la tela de una silla,
o la misma suavidad de las sábanas de mi cama,
soy como un soldado,
un carne de cañón,
que va cuidándose el culo frente al pelotón,
siempre donde asoma un eco de luz
coexiste un velo de sombra,
siempre esta dualidad de las cosas,
estas monedas de dos caras,
este salvajismo contenido,
estoy frente a una taza de café,
qué otra cosa puedo hacer,
sólo tomármela,
pero me atora,
es como una mano que me ahorca,
-alerta mi general!!!…
-no hay moros ni vikingos, ni gringos
ni romanos en la costa!!!…
-sí mi general!!!…
-vuelvo al frente de ataque
a seguir esquivando minas antipersonales
y todo lo que se le pueda cruzar
a este guerrero salvaje.
Martín Ojeda-