Poemas

La voz herrumbrosa

Sobre la tierra del patio,

mañanas como países condensados en racimos:

pequeñas naciones verdes y floridas,

minúsculas pampas de tréboles

y –en la habitación trasera-

el jardín zoológico de mis gatos,

jilgueros nerviosos y perros adoptivos.

Todo el mundo de la infancia converge

hasta que la sed nos doblega la espalda

y el sueño (boxeador experto) nos cubre la boca

con una toalla deshilachada,

que apaga un tanto la sed de estar solos.

 

Tantas veces has creído

que no volverías a ver la luz del día,

que no remontarías la punta de tu dedo

fuera del borde de la ventana

y, ahora, como si nadie te mirase,

encuentras –demorados en el patio-

la brevedad de la tarde, el cansancio

y la huella de salitre que ha calado las paredes.

Sin embargo, no es coherente,

¡si estás muy lejos del mar,

de los salitrales, de toda salina!

¿De qué manera el salobral

podría carcomer los revoques de tu casa,

las punteras de tus zapatos?

 

Mas, aunque dudes, ahí estás,

comprobando la improbable huella,

el salivazo despiadado

de una sal que no escogiste.

 

Eugenia Cabral-

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