Ahí donde termina la frontera de la luz
y donde empieza a gobernar la soledad,
transita una sombra gris.
Es sólo un reflejo de lo que queda de un alma errante
que va tratando de entender la soledad.
Va dejando en sus huellas la marca del peso de la pena.
Soporta el viento, que en cada ráfaga se lleva un recuerdo.
Le queda unos cuantos latidos de un valiente corazón,
sólo los suficientes para adentrarse en la penumbra
y de allí no poder salir más.
Emanuel-