Apenas mi labio te tocaba,
se iniciaba una danza diferente;
Infinito tu beso,
persistente, insospechado,
caminante certero en sus dominios.
Pasaba igual con la mirada:
la tuya recurrente y objetiva
se encontraba con la mía, desenlutada,
como en silente proposición al equilibrio.
Pero ha sido la palabra
cálida, retórica,
adolorida de tanto ser tan tuya.
Vanidosa mi pregunta
y agonizante el tiempo en tu respuesta
naturalmente bella, buena compañera.
Tuyas la mirada y la palabra,
mío más que nunca tu beso, más que siempre.
Tuya yo, secretamente, ante la imperfección
del movimiento a la distancia.
Beatriz Cecilia-