Tras este tormento en el que muero cada día,
me reencuentro con el verbo y la palabra,
con la voz del niño que jamás abandoné,
con la invencible ternura de sentirme
en los brazos de Dios, rodeándome de paz.
Lo cierto es que ahora me siento más verso,
saber que Dios me asiste en las ciegas noches,
observar que Dios va conmigo a todas partes,
sentir que Dios me acoge con los brazos abiertos,
con espíritu conciliador, con alma reconciliada.
Ahora que alegría, qué gozo más vivo,
poder respirar sin miedo y recrearme sin dolor,
sentir que Dios me vive y se desvive conmigo,
concebir su silencio, pensar que me escucha,
y hasta poder recogerme sí me siento náufrago.
No me abandones mi Dios, despiértame
para siempre, hazme imaginar tu paraíso,
soñar tu sueño, meditar sobre tu soledad,
crecer por dentro hasta fundirme en ti,
para que al derretirme quede cautivo del amor.
Como el Creador yo también quiero vivir
en el amor, para amar sin otro abecedario
que el donarme; y también quiero morir
en el recuerdo, para recordar lo recibido.
Y así, sé que me hallo porque Dios me alienta.
Víctor Corcoba Herrero- corcoba@telefonica.net