Por el Camino Real iba mi padre
-silbo en los labios, luz en la mirada-
prestancia campesina, gentilhombre
en otro tiempo de pasión y hazañas.
¡Y era linda mi madre! Como un sueño
de esos que al despertar pueblan el alma
de infinitos celajes de ternura
como una intensa y única alborada.
Iba mi padre, silbo entre los labios,
por la tarde que crece -azul y gualda-
de perfumes intensos. El labriego
va redondeando el seno de las parvas.
En azules regiones de misterio
aún vagaba mi alma
para alumbrar, al fin, cuando el lucero
recompone la música del alba.
Y allí cerca nací, con un destino:
noviado del amor y la palabra,
romero impenitente
y pródigo en la vida y en las aulas.
Con un rezo en los labios se ha dormido
mi madre. Y, dulce novia, su mañana
teje en un sueño de jazmín y estrella
y de un sencillo hogar junto a la chacra.
Por el Camino Real vuelve mi padre
y en su silbo acrecido de esperanzas
el alma, toda miel, aflora y ríe.
Un silencio de estrellas le acompaña.
Gerardo Molina-