Algunas tardes
mi yo transmuta en pájaro
en jaula o en abismo,
huye hacia otras pieles,
mientras mi sombra espera paciente
echada al filo de mi carne y de mis sueños,
la sombra huérfana de mí
bebe mis bordes,
desmiente la figura que crece
cuando se esfuma su efímera materia
de levedad y péndulo.
Mi yo transmuta silencioso,
cae por el ojo estrecho de la bestia,
en su propia condena de límite y espanto
se arrastra,
hasta habitar el corazón de reptil
que ahora encarno.
Olga Lonardi-