En un instante, la vida pasó frente a sus ojos; pasado, presente, futuro. Mil preguntas, mil respuestas, mil conjeturas, mil consecuencias; ¿Qué hacer, qué decir?, explicaciones para Pedro, explicaciones para él. ¿Cómo hacerle saber, que de sólo verlo, su corazón latía valientemente? ¿Cómo sincerarse, cómo perdonarse y perdonar?
El aroma a café que estaba preparando la separó del brete.
-¡Mamá, mamá!, no vas a hacer pasar al señor?- gritaba Pedro.
-No hijo!, ve con papá al jardín; yo enseguida voy.
El niño hizo caso a su madre. Ella retomó la compostura. Él la miró con los ojos vidriosos, y con una voz apenas perceptible, inquirió: -¿Te casaste?
Ella omitió responder y con mucha cautela le dijo que no lo podía atender en ese momento; él, bajó la cabeza y cuando se disponía a partir, giró sobre si, y murmuró: -Estoy en el Hotel Bahía, ahí te esperaré, y se marchó.
Bárbara Himmel-