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Recuerdos de mi viaje a Polonia

Recuerdos de mi viaje a Polonia

El avión de la línea aérea polaca Lot comenzó el descenso en Varsovia, carreteó en la pista Frederick Chopin y se detuvo. Con gran emoción pisé suelo polaco donde me esperaba el abrazo cálido de la guía Agnieszka Machota y algunos integrantes del tour.
La ciudad se muestra moderna y altiva como una mujer hermosa. Transitamos sus calles limpias, prolijas, con canteros de flores y candiles encendidos recordando lo que nunca hay que olvidar. La misma ciudad que fue invadida, devastada y reconstruida, según me relataron Hanna, Ricardo, Andrés y Sbigniew, los polacos que entrevisté para escribir mis libros “De sol a sol” y “Amapolas Rojas”. Ellos nacieron en este lugar, siendo muy jóvenes vivieron la guerra, participaron de su defensa, la vieron caer y al fin debieron partir. Conservaron las imágenes en su memoria, me  relataron sus recuerdos y hoy llegué hasta aquí para conocerla.

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Fue como hojear las páginas de mis libros, del tiempo que se fue, pero sus pobladores mantienen las costumbres de frecuentar el parque, alimentar las ardillas y escuchar conciertos de Chopin. Los niños trepan la pared que sostiene el pedestal del monumento al “Niño Combatiente” saltan y juegan entre candiles encendidos y floreros con tulipanes y pensamientos.
La ciudad me emociona a cada paso, ingresé a la Catedral de la Santa Cruz donde se conserva el corazón de Chopin, en su interior agradecí a Dios y a la vida haber llegado hasta este lugar. Recordé el tiempo en que comencé a escuchar y escribir sobre inmigrantes en el consultorio de PCR, el taller literario de Olinda Walsamakis, el asesoramiento de los historiadores Dra. Torres (QEPD) y el Mg. Daniel Borquez.
Me pregunté cómo hicieron sus habitantes para resistir la violenta ocupación, los rudos inviernos, las carencias que genera una guerra cruel y prolongada.
Desde mi ventana del hotel podía escuchar el constante paso del tren, me recordaba el tiempo del que tanto me hablaron.
El tercer día en este país, nos levantamos a las seis de la mañana y partimos con destino hacia el norte. Avanzamos por las rutas bordeando campos sembrados de color amarillo más fuerte que el sol, sin alambrados que los separen de las rutas y entre sí.
Nos alejamos de Varsovia y comencé a sentir alivio de su recuerdo doloroso, el que no pude apartar de mi mente mientras estuve allí.
Luego de haber completado el itinerario del tour recorriendo ciudades medievales, regresamos a Varsovia, tuvimos dos días libres para recorrerla y observarla.
Me despertó admiración la calidez de su gente, la deliciosa gastronomía, las orquestas en las plazas, los gitanos tocando el violín en sus calles, todo en aquel país fue familiar para mí, me lo habían contado los polacos que emigraron.
Nuevamente en el aeropuerto con gran cantidad de gente en movimiento, pude disfrutar de un improvisado concierto que ofrecía un hombre joven, sentado frente al piano interpretando a Chopin.
Hasta pronto Varsovia!!! Volveré a transitar en tus calles.

María Teresa Dittler-

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