Los barcos resisten
la cruel tempestad de las aguas.
Y son manos rudas las que desatan
redes, sogas, y ansias.
Cada salida es un reto,
entre oleaje de temores y deseos.
Él solo cuenta con lo puesto,
se mantiene firme, anhelante, intrépido.
Es el viento, su compañero de aventuras,
hasta un nuevo puerto.
En sus largas noches de
angustias y esperas
el aire repleto está de voluntades y
los recuerdos son tibia compañía.
Las imágenes parecen alcanzar
visos de realidad, toman cuerpo y aromas.
Solo así le es posible
mantenerse en pié y cuerdo.
Mañana será la orilla, el abrazo,
la insoportable sensación de alegría.
Como una rueda sin fin, la vida,
se vuelve cíclica,
repitiéndose una y otra vez.
No espera nada diferente para sus días,
y se le ha vuelto necesario
la brisa marina y el viento golpeando.
No sabría como seguir
si ella no lo esperara, sin su amor,
el de siempre, el que lo amarra
calándole, como el agua, los huesos y el alma.
Graciela Di Laudo-