En mi último día de vacaciones en Europa, mi yerno decidió llevarme a conocer Francia. Nos dirigimos por la autopista rodeada de campos sembrados, a lo lejos se divisaban bosques y montañas, en lo alto un castillo medieval.
En menos de dos horas estuvimos en una ciudad de típica construcción germana, de calles estrechas, maceteros con flores, la atraviesa un río. Los pobladores ofrecen productos regionales, en todas las artesanías se destacan las cigüeñas, las aves sobrevuelan y anidan en la zona.
Fue una sorpresa leer en los carteles una palabra muy conocida: Estrasburgo, estábamos en la ciudad donde estudió José Fuchs en la Escuela de Minas.
El hombre que llegó en 1907 a Comodoro Rivadavia, a un caserío con pobladores esperando que el perforador lograra extraer agua. Se alojó en carpas en el Km 3 junto a su esposa, en este paisaje diferente, sin árboles, con viento y nieve, nació su hijo.
Recorremos el casco histórico de la antigua ciudad: el puerto, el fuerte con los cañones para defenderla ante una invasión. En la Catedral de “Notre Dame de Estrasburgo” miré los vitrales de colores y me pregunté si Don José habría estado en su interior. Dejó este lugar para establecerse en la Patagonia, si llegó con el objetivo de encontrar agua o petróleo, hoy sigue siendo un misterio que se llevaron sus protagonistas.
Recuerdo a la Dra. Torres, nuestros debates sobre el petróleo y el hombre que vino proveniente Alsacia, para trabajar en el pozo N° 2. La actividad petrolera convocó trabajadores provenientes otros países y de nuestras provincias. Logrando cambiar la vida de los habitantes del pueblo, las futuras generaciones, la mía propia, de mi hija comodorense y su marido suizo que llegó de intercambio.
Por el azar llegamos a Estrasburgo, una ciudad con la que tenemos mucho en común.
Me incliné y tomé un puñado de tierra para traer de recuerdo.
María Teresa Dittler-