Sabes, no dudo de ti, ni del tiempo
que ha de arriar inclemente
cada bandera. Has de llegar pues
sin aviso ni señas, y será
tal vez un domingo bajo la misma
lluvia que empapa el lomo de los perros
de Dios. Será como el paso
de un sueño a otro sueño
y otra vez otra mano
sutil ha de abrir la eterna partida
de ajedrez de toda ruina y olvido.
Alejandro Drewes-