Mis lágrimas son de lluvia, saben a tierra, huelen a nubes;
son frescas como el loto empapado. Te aman. Te buscan.
Tu pecho permanece abierto con la roja ternura de un
volcán: se contiene y se mece al ver llegar las negras
estrellas de mis labios.
De pronto, tu ansia es una mariposa que ha quedado ciega
por el sol… y ciegamente me besas bajo la tierra espesa de
mi pelo; y tus manos enceguecidas tocan las amapolas
tintineantes de mis labios; y tu piel ciega se mezcla a mi piel
ciega en la dorada arena que viaja por el cosmos…
Y nuestros cuerpos ciegos y abrazados refulgen llameantes,
sorprendidos como tulipanes de plata llevados por el viento…
Maite Sánchez Romero-