Como si fuera un rito
dejé por las cubiertas
las ropas que oprimían
mi piel y mis deseos.
En la quietud serena,
oscura, de la noche
quedé desnudo y libre
en actitud de entrega.
Estrellas infinitas
gimieron en mis brazos
y yo gemí con ellas
sediento, enamorado.
Estuve como un dios,
minutos, tal vez horas,
desnudo y voluptuoso
engendrando galaxias.
Los cúmulos trajeron
la lluvia hasta mi pecho
que fue corriendo dulce
en brazos, vientre, sexo…
Desnudo fui tomando
el mundo que dejara
y fui de nuevo el hombre
de los cansados ojos
y las cansadas ansias.
Ariel Cazani-