Un tacto de sangre atora
mis sensaciones,
y las veo venir
entre venas ostentosas.
Y las siento allí queriendo soltar amarras,
donde maderos siempre en reserva
no pueden sostener esa barca de utopías
y las toco allí donde quieren
no dar un salto al vacío,
ni quedarse entrampadas en el alma
y las persigo para ganarle al cuerpo
todo su ingesta insalubre,
hasta clavarme en la palabra que hoy escribo
y decir a ese sueño inconcluso que va y viene,
como en este simple deambular de nostalgias,
tantas señales te trajeron a mí,
desde la mirada que me inclina
a la frescura de ese amor que anda por mis silencios,
y aún marea y seduce como una fruta,
descabelladamente madura,
como un incendio embriagado
en el vértigo que deja suelta,
una tempestad de latidos.
Raquel Piñeiro Mongiello-