Tu mirada encendía
llamaradas lejanas en el bosque del viento.
Se borraba tu sombra.
Se alejaba tu acento
–lenta flor en el tallo de mis manos heridas–.
En la tierra, en el cielo,
en la espuma del aire y en el árbol del eco.
Hondamente la mano
de la noche clavaba sus puñales de lluvia.
Te llamaba el silencio.
De los libros Campanario de lluvia I y II
Maruja Vieira-