Ayer murió un hombre
lejos de su aldea.
Estaba contemplando
la siembra del ají en Salónica
y tanta belleza no pudo resistir
su corazón ni sus ojos claros.
“Ayer murió un hombre”…
los campesinos comentaban,
y dijo una niña:
Es el poeta de Kilkis,
el que le cantó a nuestro pueblo,
sus cosechas, caminos y azahares.
Aquel que cruzó los golfos
y sus palabras hablaron del blanco
de nuestras casas, del amor por su gente.
Niña, ¿cómo se llamaba?
Su nombre no importa señor.
Hoy Grecia no debe llorar…
Hoy nuestros dioses
le brindarán su tributo
y los poetas la bienvenida.
¡Tienen razón!,
ayer murió simplemente un hombre
y un poeta es sólo una semilla
en medio de tanta soledad.
De Sixtina a Grecia. Ediciones La Luna Que, 2007
Raúl Pérez Arias-