A una piedra de Córdoba
Ah, silenciosa
y circunspecta,
gris, con alma de desierto.
En mi extrañeza humana
cae tu firme soledad
hacia el instante de luz,
como de plata.
Y veo allí secretos
de pájaros antiguos
y el silencio de hombres
rompiendo minerales,
buscando tu belleza
de cuarzo, tu fragmento
de estrella.
Resplandeciente
y oscura,
sigilosa,
raíz de la montaña.
Sólo los puros amarán
tu abatido magma
disuelto,
el cristal apagado.
Rigurosa piel, quebrada y viva
Del libro El Musgo y la calma
Amalia Mercedes Abaria-