Cuando se despertó estaba sola. Un ligero martilleo la tormentaba. Desesperada buscó imágenes en su interior. Sólo vacío. Entonces ¿era débil, vulnerable
¿Qué valor tiene un cuerpo incapaz de recordar? En un gesto final intentó escuchar las voces que le venían de lejos. Una le resultó familiar.
De pronto el calor de manos conocidas. Por un instante creyó que retornaba, alegremente, la memoria.
Habrá que desconectarla. La sentencia le llegó distante. Y obedeciendo una orden casi divina, se apagó.
Acaba de llamar Ángel, comentó la mujer a su marido, dice que se puede colocar otro disco rígido a la compu.
Martha Goldin-