Un viento de cenizas
golpea
sobre las hojas del otoño.
Un aliento de guijarros
roza el horizonte,
taladra los sentidos
y muestra
los dientes fríos de la noche.
Luego, se desbarranca
por los acantilados
hasta llegar
a los páramos salobres
que las lágrimas
sazonan acunando
los insomnios desvelados.
Hilda Augusta Schiavoni-
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