Vengo de un lugar
donde las estrellas se tocan con las manos
y la luna descansa
en las ventanas de su sombra.
Donde el resedo vuela con su aroma
dispersando la tarde entre pájaros
con su llamarada de fuego.
Y los brazos del viento
sacuden la cabellera de Llano Grande.
Nos recuerdan los cinco mil montados
espejeando su canto de justicia.
Hoy la planicie retumba
con sus jícaros siempre vivos
junto al pájaro de acero.
Florencio Quesada Vanegas–