Me duele el cielo que delimita
los contornos de mi angustia.
Me devoran las gargantas inescrupulosas
del olvido.
Me someto al desarraigo de mi especie
porque yo, apenas proyecto una sombra
en línea recta hacia el abismo.
Estoy inconclusa y caen los andamios.
Me desintegro.
Me duele la piel. Me duelen las venas.
Perfección absurda de soledad y miedo.
Sueño abstracto de incendiarme
en los edenes prohibidos.
Fatiga y llanto.
Y un grito que desborda
en el instante mismo en que amanece.
Soy un espectro resucitándome
en las estaciones de mi muerte.
Elsa Florit –