Cuando mis versos
se me escapan,
y a mí nadie me piensa,
reaparece gris el cielo,
se arrincona más
mi pecho,
tengo miedo
que nadie venga
a abrirme la puerta,
que no haya el mate,
de cada tarde,
ni las tortitas negras,
en la mesa de madera,
ya sé, no es posible
volver atrás.
Voy aferrarme a mis versos
de muchacha desterrada
los llevaré
cautelosa
bajo el brazo.
Contra mis palabras,
no caerán los castigos,
no las buscará la policía,
van a sobrevivir
a la lluvia, y al tiempo,
ya no las va quemar el fuego.
Voy a entregarle mis versos
a todos mis amigos
los que se han escapado
de la jungla de cemento,
ellos a veces me llaman,
tienen miedo de perder
sus sueños,
y la ternura.
Mis amigos
no quieren perder
las canciones,
porque
entre los murciélagos,
ellos siguen siendo
los poetas del pueblo.
Martina Soto-Kohler-