De vez en cuando, dormía así:
con los brazos cruzados,
curvos y apretados
sobre la cálida luna de su vientre.
Soñaba tal vez…
Acunando, conteniendo, prolongando
todos los calores
los orgasmos, los temblores,
inducidos por…
el tanteo, la lamida y el jadeo
del intruso persistente,
(no nombrado)
empecinado en guarecerse
en el húmedo refugio
que (ella) esconde entre sus piernas.
Los viernes, noche,
casi rozando la madrugada,
después de la venida, la irrupción
y la estampida al galope
del Amatorio Prestado
(y para no llorar su falta…)
ella dormía así.
Amanda Espejo-