Fuiste pájaro de abrazo y no lo sabes,
cuando los harapos del delirio
anclaron el coraje en los cristales.
Fue la tarde o la noche, no recuerdo,
que callaba estremecida uniendo soledades
la que me hizo arder en la penumbra
de tu amor entero.
No quise aceptar que en la mirada
ardían los leños de tu llama inextinguible
y tus proféticas manos aún cargadas de utopías
desplegaban estandartes con mi nombre.
Moríamos las muertes cotidianas
cuando el deseo cabalgaba en los portales,
por haber vivido a contramano
cuando el amor golpea,
porque eras el poema que surge en una lágrima
cuando los restos del amor disperso tambalean,
desflorando la raíz de la conciencia.
Te amé con el cuerpo y la palabra,
con la sorpresa en la piel, sin necedades,
con la tormenta queriendo absorber el fuego
en los suspiros de la fragua,
y después seguí con el corazón quebrado
deambulando cansancios en la tarde.
Rosa Lía Cuello-