Tú venías buscándome desde playas y sierras.
Venías presintiéndome por todos los caminos.
Encontrabas mi voz en los ecos del viento
y tocabas mis manos en el agua del río.
Me hallaste en una tarde de soledad y música.
Dulcemente llegabas con tu amor a mi vida.
Al fondo las montañas heridas por la lluvia
y en medio de los muros la lámpara encendida.
Yo entendí tu presencia porque un fuego de angustia
destructor y quemante se apagó entre mis venas.
Porque el agua invasora de una inmensa amargura
desplegó hacia el olvido sus oscuras mareas.
Te di mi lejanía de bruma y de silencio
–la tienes en tus manos como una flor de sombra–
en cambio tú me has dado tu claridad de fuego
que resucita muros en mis ciudades rotas.
De los libros Campanario de lluvia I y II-
Maruja Vieira-