Padre, ahora que necesito de tu voz
has partido. Sólo desconcierto indolente.
La amada me pide que te busque.
Me dice que la ausencia desvela al corazón perdido.
Dejaste la bruma,
la soledad que cuida su secreto,
el verso de amor y de experiencia.
Un consuelo que transita dormido
y ciñe el gozo en el orden de los días.
¿Qué hago, padre, ahora
que tienes la cabeza reclinada,
oculta en una barca fenicia,
inmemorial,
entre tanta hipocresía y palabras inútiles?
Carlos Penelas-