Tan resbaladiza la espina
pero pude atraparla
y la arranqué sin respirar.
Con un extremo perforé el papel
de la misma manera
que para hacer encaje de bolillos.
Jugando conmigo como con otra
me fui distrayendo de mí y eso me calmó.
Clavé de nuevo la espina para cerrar un punto
y se hizo el silencio.
Voy a encimar las hebras
y cruzaré las manos en el sitio del dolor.
No sé por qué presiento
que no lo dejarán cicatrizar.
Isabel Llorca Bosco-