me mira con ojos ausentes
y me muestra
su muñeca descabezada.
Su madre la arrastró de la mano
y huyeron en loca carrera.
Huyeron de los edificios derrotados
de los silbidos de la muerte
de las sirenas que iban y venían.
En el cartel
que sostiene con sus manos
leo su desamparo
acompasado con el sonido lúgubre
que sale de las cuerdas
de un violín desafinado.
Del libro Palabra concisa
Miguel Ángel Oviedo Álvarez-