Desde la mañana todas conversan en sus asientos
la pirueta acaba con las manos muertas
y aparece algo revuelto
en las mesas donde no despiertan los títulos.
Las comidas son exquisitas el día anterior
no hay pérdida en las palabras cuando el almuerzo
penas llega a dos opciones.
Una va se sienta en la entrada de la puerta
responde las llamas con el rostro desvelado
no pregunta por aquél que entra sin saber quién es.
Casi es mediodía, sentadas en las sillas
cada una conversa de lo mismo
Y lo mismo es la vuelta que recorta
el papel donde escriben lo mismo.
Ahora quitan con envidia las piezas íntimas
a Rosa la que pasa por la calle y no saluda.
Es de tarde y cada una recoge en su bolso. Nada
Guardan en las gavetas la nada disuelta en nada
en espera de los cinco minutos restantes para
salir de la puerta que tan alta no respetan
la falta de tenerlas atadas todo el día
sin hacer de ella masiva bienvenida.
Al día siguiente, cada una se sienta
en la misma silla, se vuelven fieras
porque no dijeron que era la entrada
más temprano
y más adelante lo días que siguen y siguen
hay una hora más para estirar los brazos.
Anabel Vera Suárez-