Con la cabeza poblada de sueños;
pero sueños verdaderos,
de esos que precisan
un hombre durmiendo
para florecer.
Con el desastre acechando
pasan los días de la decadencia,
¡quién lo diría!
Estaba tan seguro de mi fracaso,
que alentaba por ello la esperanza
de haberme equivocado
una vez más.
Mariposas, japoneses y aeroplanos,
pecosa, miradas y deseo,
son sueños, murallas que levanto,
para darle largas al estar despierto.
A ese día que habrá de sorprenderme
dueño de un futuro incierto.
Como a un ladrón habrá de descubrirme,
con los ojos rojos la mañana;
sin haber soñado suficiente,
me sumerjo buscando el mediodía
y peces abisales en mi cama.
Sintiéndome culpable doy un salto,
un salto sin red a un café sin ganas
y a una calle repleta de mujeres
que hacen daño como criminales,
clavándome la angustia del deseo,
soltándome los perros de la carne.
Abel Granda-