En soledad, absoluta soledad, y apretado,
el pueblo canta en los estadios y en las plazas
lo que los legisladores lúcidos omitieron decir
desde sus sillas; lo que los jueces y fiscales
lejos están de afirmar en los estrados y en la corte;
lo que los sindicaleros tamizan y disfrazan
en entrevistas, reuniones cerradas y plenarios.
Un canto que viene desde la médula,
el abuso, los silencios y las vísceras,
y que retumba en los recovecos y en las costuras de
la historia.
Un canto que abrazó al país, que no pudo ya seguir
callado.
Porque el pueblo, los aires, la nación, fueron dejados
a merced del perrerío hambriento y de los buitres;
a merced de los contratistas feroces y de los
contrabandistas
(a merced, en fin, del andrajoso moral y del descaro).
En soledad, en absoluta soledad, y apretado,
el pueblo canta a toda garganta en los estadios…
Eduardo Dalter-