«Los horrores del terrorismo de Estado en nuestro país resultan incontables. El ciclo siniestro del apagón de los derechos humanos dejó huellas inmarcesibles, pero ciertos acontecimientos condujeron, paradójicamente, a la indecibilidad inicial o a la incuria de los magistrados en el ciclo inaugural de los juicios por crímenes de lesa humanidad. Así ocurrió con los tormentos infringidos a las mujeres sobre lo que alguna vez dije que no cabía decir que hubieran sufrido más, sino que su condición de género había maximizado la aplicación de torturas, toda vez que los verdugos, además, estaban investidos de autorizaciones patriarcales. […]
Este libro se sitúa en la línea de las singulares contribuciones para comprender el significado de las afrentas sexuales a prisioneras y también de los caminos abiertos por la perspectiva generizada en el ámbito de la administración de justicia […] La autora ha hecho un detallado relevamiento concerniente a los padecimientos de un conjunto de prisioneras focalizando especialmente el área cuyana, lo que aumenta el valor del aporte.
Se ha empeñado en evidenciar que la situación de cautiverio en buena medida aumentó la venia legitimante para poseer los cuerpos que los torturadores creían les pertenecían. Como asegura Viviana Beigel, se trató de un plan sistemático cuya clave se encuentra en el dominio patriarcal que confirió, hasta época reciente, la salvaguarda de impunidad», del “Prólogo” de Dora Barrancos. (Editorial UNQ)