Los versos del poeta
se sorprenden, se confunden
de tantas palabras ficticias.
Un mundo globalizado
enfermo de tanta soberbia derramada.
Materializado hasta lo profundo de su vientre,
que gime y llora por sus amplias heridas.
Torpe manera de sobrevivir,
de asesinar los días inciertos
de los niños del medio oriente
y su porfiada costumbre de morir temprano.
Un mundo técnicamente perfecto
de espalda a la pobreza,
donde el mañana es un mercader lejano
que ha equivocado el rumbo,
es un ángel frágil y bello,
atrapado en un Primer Mundo.
Mientras en el segundo o tercer mundo
sólo llueven oscuros amaneceres
en los jardines vacíos de los pobres,
sin ropa, ni alimento, ni agua
si hasta la tierra está enajenada.
La existencia es un bien de los poderosos.
Un enjambre de redes informáticas
alimentan el fruto dulce de los soberbios,
que vigilan y atrapan nuestros días.
Tantas conquistas mundanas
¿para qué? ¿Cuántos niños mueren?
Como pájaros lejanos, sin conocer
del vuelo breve de sus alas.
Lloran las palabras sangrantes del poeta,
por más que levanten vuelo
la rutina de los días ahoga el eco de su voz.
Globalización, perfecta arma de los poderosos
hierba frágil donde crece la ambición.
Y el hombre pequeño, que sólo conoce de miseria,
pregunta por las noches
¿dónde, dónde quedó el amor?
Hugo Torres-