Ante lo que uno es, un espíritu andante y poco más,
lo mejor que uno puede dar de sí mismo es una vida.
Que una vida no es sólo existir, es también compartir
Después de la propia vida donada y vivida,
lo mejor que uno puede dar de sí mismo es una lágrima.
Lágrimas que son suspiros, suspiros del alma que habla.
Sabed que el mundo precisa donantes de servicio,
a todas horas y a deshora, aquí y allá y en todo lugar,
que sepan servir sonriendo a los que nadie quiere servir.
También se necesitan donantes de amor en este planeta,
gente desprendida capaz de glosar un te quiero
a los que nadie quiere amar, con los que nadie quiere estar.
No estamos aquí para servirnos de nadie,
tampoco para valernos del amor que alguien nos da.
Estamos para ser la flor que el mundo quiere y nos requiere.
Un buen propósito es dar hasta no tener nada que dar,
y cuando nada tengamos que dar, demos lo recibido
por haber dado el corazón a los que ya no tenían pulso.
A un solidario corazón, ninguna ingratitud lo para,
no hay desgana que lo desgaste, ni pereza que lo moleste.
Al fin, un corazón entregado es un corazón radiante.
Vivirse y desvivirse, más que por respirar por dar aire.
Que no está la felicidad en los años que uno vive,
sino en cómo se han vivido y en cómo se han convivido.
Lo mejor de sí, pues, eres tú, con tu mirada acariciadora,
es él, con sus besos en verso, con sus labios que socorren,
somos todos, con los abrazos de la naturaleza. ¡Recordad!
Víctor Corcoba Herrero– corcoba@telefonica.net