Deslizándome en el agua
hasta la Isla he venido.
He vagado entre sus brisas.
Y por su costa he corrido.
Del mar salí llena de algas,
con el bañador ceñido.
Y tras andar por la Isla,
bajo un árbol he dormido.
¡Qué soledad suntuosa!
¡Qué espléndida soledad!
¡Y qué fatigosa vida
la vida de la ciudad!
Concha Méndez-