Eres tan frágil
que me gustaría
darte la comida
yo mismo,
lavarte la cabeza
yo mismo,
con una mano muy limpia
peinarte
yo mismo
y de ser posible
(si se pudiera),
morirme en tu lugar.
Oh extraña
flor desvalida,
criatura que hasta el viento
de una tarde azul
pudiera arrastrar,
y sin la cual
ya voy siendo
bastante menos
que nada.
Rafael Alcides Pérez-