En el surco
el labrador acude a su existencia,
es sólo un rostro tenue
una felicidad imprecisa.
Todo el destino
habita en sus semillas,
el reino,
la armonía.
Lo enterrarán al pie de la arboleda
junto a la mala hierba.
No iremos a su entierro,
en la ensalada de las tardes
hemos comido poco a poco su cadáver.
Abel G. Fagundo-