En el dulce silencio campesino,
y en copas de cristal, el labio bebe
la frescura del alba, como un vino
de rosas rojas conservado en nieve.
La geórgica blancura de un molino
como en una oración sus aspas mueve…
Se apaga el astro y se despierta el trino,
y una paz celestial de todo llueve.
¡Oh, sentir, entre sueños, el sonoro
clamor de la campana cristalina
llamando a misa con su voz de oro…!
¡Y mirar florecer en tu ventana,
en el pico de alguna golondrina,
la campanilla azul de la mañana!
Francisco Villaespesa-