Hoy he visto un cementerio vacío,
solo un niño
correteaba sobre las tinieblas,
corría huyendo de los asesinos
y quería atrapar una mariposa.
Entonces me dolió tener la voz
de los desterrados,
me dolió que no me dejaran gritar,
me dolieron las víctimas, la carne torturada,
me dolió la miseria.
Lloré sobre las flores, entre los muertos,
bajo la luz del cielo, entre geranios tristes,
lloré con el gemido de las cocinas deshabitadas,
con el coraje de los desempleados, con la apagada
linterna de las barriadas escondidas.
Lloré por mis anhelos asesinados,
por esta sorda metralla que ciega,
por no tener donde decir, por no poder hacer,
por el dolor de los que estamos desterrados,
amargamente desterrados, escabulléndonos,
morosos de las tumbas,
inquilinos de las criptas que esperan.
Isabel de los Ángeles Ruano-