Después de mucho tiempo
nos cuesta acostumbrarnos.
Ese extraño nosotros dejó huellas y vuelve.
Al cuarto día, al quinto ya se hacen
familiares el acento que traes,
la camisa, zapatos, tu encendedor, la pluma.
Pero un poco incomodas.
Y de alguna manera, absurda, eres el muerto
regresando despacio sobre el húmedo polvo
que dejó tu vacío: el lomo de algún libro,
los bordes de los cuadros,
la dudosa manija del ventanal que, entonces,
abría hacia otros vientos.
José Antonio Cedrón-