Otra vez mi casa en la puerta oscura;
la parte clara del verano.
El mismo, el esperado,
el que nadie conoce.
Como este ritmo mío,
Quebrado
en las palabras de todos.
Quebrado.
Pero tampoco soy yo quien tiene tus ojos.
Tampoco soy yo quien oye
la alcancía.
En el centro de la palmera roen oro;
y las ásperas palmas balancean
unas vainas doradas con semillas que estallan
y
algo amarillo cae suavemente
y colma todavía
la plenitud de nuestro balbuceo.
Arturo Carrera-
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