A don Héctor Cosentino
Al llegar al final de tu jornada,
a ese muro letal que te vulnera,
mientras gira tu vista la postrera,
la imagen de tu póstuma mirada,
esa inmensa planicie profesada
que fue cuna, trabajo, fue bandera.
Fue tu vida nutriendo la quimera,
fue tu pulso lamiendo la alborada,
ese Viaje postrer, sin llevar nada,
ni cobres, ni caricias de tu amada,
ni la veste viril de tu apostura,
que fina tu dolor y un ala ignota,
sin pesar tu triunfo o tu derrota
inmersa en el olvido tu figura,
desparrama tu salmo de ternura
con el último beso de tu boca!
Rodolfo V. Leiro- Del libro Pañuelo de Bohemio